domingo, 27 de octubre de 2013

Capitulo 6. EMPIEZA LA REVOLUCIÓN


6


EMPIEZA LA REVOLUCIÓN



Liana


Siete y media. Faltan veinte minutos para que empezen las clases. Nuevamente, me volví en redondo para mirar a Jez. Seguía durmiendo a pierna suelta, con la cabeza hundida en la almohada, la colcha subida hasta arriba, dejando entrever solo su coronilla. Solté una retaría de insultos con los dientes apretados, era normal que estuviera tan cansada, ya que Dark funcionaba mediante energía vital.

  • Jez, despierta.

Nada. Ni un solo movimiento. Ni un quejido como otras mañanas. Simplemente nada. Silencio, y el silencio a mí no me gustaba nada.

  • Jez levanta. - probé con mas ganas.

Otra vez nada.

  • Ya esta bien. - solté enfadada. Cogí aire hasta llenar mis pulmones. - ¡Despierta maldita gata del diablo!

Jezabel abrió los ojos de golpe y salto de la cama. Sí, saltó. Literalmente. Del susto brincó tan fuerte que se cayó de la cama y aterrizó con el culo en el suelo. Miro alrededor alterada. Con los ojos muy abiertos, pasó la mirada por mí un par de veces hasta que simplemente se paro. Sus ojos estaban trémulos y nublados por el sueño. Parpadeo unas cuantas veces hasta acostumbrarse a la luz de la mañana y enfocar la vista. Me miro. Primero con indiferencia, luego con sorpresa y al final con rabia.

  • ¡¿Pero se puede saber que coño te pasa?! - flexionó las piernas y con una mano apoyada en el suelo se impulso para levantarse. Se enderezó y se quitó el polvo del pijama - Maldita loba loca. - refunfuño con los dientes apretados.

Resople frustrada y volví a calvar la vista en el reloj. Ocho menos cuarto. Faltaba quince minutos para la primera clase con la profesora de matemáticas la Sra. Forest. Escupí unas cuantas palabrotas en voz baja y agarre el reloj.

  • ¿Que me pasa? Yo te diré que me pasa. Tu, eres lo que me pasa.

Le estampe el reloj en las narices para que lo viera bien. Lo miro frunciendo el entrecejo mientras se frotaba la barbilla pensativa.

  • Así no veo.

Me lo quito de las manos y después de mandarme una mirada de advertencia, lo miro.

Frunció el entrecejo como sospesando lo que estaba viendo. Puede que fuera una lumbrera, pero a esas horas de la mañana tenia la cabeza con un cartel de “fuera de servició”. Al cabo de unos segundos sus ojos se salieron de órbita y soltó un grito ahogado. Tiro el reloj encima de la cama y salio corriendo a por el uniforme.

  • ¡Aleluya! - levante las manos al aire.
  • Maldita sea Liana. ¿¡Por que demonios no me has despertado antes!? –bramó cabreándose más a cada segundo que pasaba.

¿Estaba de broma? No podía hablar en serio.

  • ¿Me tomas el pelo?
  • ¿Te piensas que a estas horas estoy para bromas? ¿Por que no me has despertado?

Noté un tic nervioso en el ojo derecho y contuve un gruñido de rabia.

  • Pero si lo he estado haciendo. Lo que no me has hecho ni puñetero caso. ¡Hasta me has arañado! - me levante la manga de la camisa para enseñarle las marcas que me había hecho.

Resoplo y bufó cabreada sin siquiera mirarme, hizo un gesto desdeñoso con la mano y sin otra palabra mas que una lista de insultos y maldiciones que habrían hecho llorar a una piedra, porque no eran palabras típicas en su boca; se metió en el baño.


Ash


Oscile mi mirada entre el reloj y Damian. Las siete y media. Él seguía con la cabeza escondida debajo de la almohada y estaba cubierto hasta arriba con el edredón sin dejar ni ver un solo pelo.

Bufé frustrado. Después de volver de estudiar los alrededores de esta maldita cárcel, repleta de un centenar de personas potencialmente preparadas para clavarme una daga en el pecho y arrancarme el corazón, había vuelto a la habitación para encontrarme a un Damian realmente deprimido y enfadado. Las luces habían estado apagadas y por las ventanas entraba una suave brisa invernal. Las ramas de los arboles se mecían y rozaban las paredes como queriendo entrar, mientras las hojas se sacudían y resonaban en la noche bajo la mirada iridiscente de la luna que se asomaba de entre las nubes.

Me había acercado y le había preguntado que le pasaba. El resultado: un ronco gruñido de advertencia para que lo dejara en paz. Pero los dos sabíamos que acabaría enterándome. Siempre lo hacía.

Volví a bufar impaciente.

  • Damian, levanta, llegaremos tarde.

Soltó un bufido mezclado con un gruñido. Se revolvió un poco debajo de las sabanas y volvió a quedarse quieto.

Volví a mirar el reloj con el ceño fruncido. Ocho menos veinte. Vale, se acabo. Ya estaba harto.

Me acerque al borde de la cama a grandes zancadas, lo mire por otros tres segundos, agarre el colchón por el borde y lo volqué. Damian gritó sorprendido y cayo al suelo con el colchón encima suyo. Pasaron pocos segundos antes de que lo mandara volando de una fuerte patada al otro lado de la habitación. Se sentó y me miro con ira. Sus normalmente ojos marrones se empezaron a teñir de rojos. Me mostró los dientes en advertencia y un gruñido bajo y amenazante resonó en su pecho. Joder, aún estaba cabreado.

  • ¿Dejaras de montar un drama y moverás tu patético culo del suelo de una maldita vez? - le dije con los dientes apretados.
  • ¿Quien coño me ha mandado al suelo en primer lugar pedazo de asno?
  • Vaya, - me burlé – vas mejorando. Al principio pareces un santo, pero me encanta tu vocabulario.
  • Cierra la puta boca Ash.
  • Y tu muévete o te obligare.
  • ¿Quieres pelea? - gruño.

Exploté. Simplemente exploté. Estaba cansado de este maldito melodrama y nunca me había sentido atraído por las muestras de autocompasión.

Rugí y me lance contra él. Parpadeó sorprendido mientras caía sobre de él y lo clave al suelo con un golpe sordo. Me senté a horcajadas sobre su torso y lo agarré por los brazos, aprisionándolo. Le mostré los dientes cabreado y gruñí.

Nos miramos por unos instantes, midiéndonos. Ambos eramos fuertes, pero la astucia era algo que iba más con Damian y la velocidad conmigo. Al final una sonrisa tironeó de la comisura de su boca.

  • ¿Has acabado?

Resople cansado, le mostré por última vez los colmillos y me levante. Le tendí la mano y cuando la agarro lo ayude a levantarse. Ya tenia una pequeña sonrisa en los labios.

  • Me alegra que verme cabreado te resulte tan divertido.
  • Tienes ese efecto en mí. - se mofó.
  • Maldita sea. - me pase las manos por el cabello dos veces y lo volví a mirar - ¿Quieres hacer el favor de alistarte?
  • Vale, vale. - agarro sus pantalones de la silla que había en su escritorio. -¿Que hora es?
  • ¿Estas de broma?
  • ¿Que pasa? - me miro frunciendo el ceño.

Maldije entre dientes y agarre el despertador. Se lo lance y él lo agarró al vuelo. Lo miro. Sus ojos salieron disparados, alternando entre yo y el reloj, como si estuviera presenciando un partido de tenis realizado por vampiros.

  • ¿¡Las siete menos cuarto?! - aulló.
  • Ya te he dicho que te levantaras.
  • Me cagó en la leche. Llegaremos tarde. - maldijo mientras se metía en el baño.

Miré la puerta y resople. Me senté en la cama para esperarlo. Aburrido empece a mirar la habitación. Todo estaba sumido en un orden demasiado subreal. Paredes azules medianoche, suelos de madera pulida, dos ventanales con vistas al bosque, cubiertas por pesadas cortinas a rallas doradas y grises, dos camas de soltero en un lado con mesillas de noche. Como único modo de separación, una enorme cortina roja colgaba del techo. Cerca de la puerta, una mesa de roble se alzaba con dos sillas giratorias. Sobre ella había nuestros portátiles, unos cuantos libros y bolígrafos abiertos.

Gruñendo me acerque a la mesa y miré fijamente lo que había estado haciendo Damian hasta las tantas. Mucho antes de que yo llegara, claro. Se trataba de un boceto de una de las torres de la academia. En el dibujo, se veía una sombra de largo pelo castaño y solté un gruñido al entender que se trataba de una de las cazadoras. La más débil de las dos.

La puerta del baño se abrió y antes de que Damian saliera, volví a dejar el boceto sobre la mesa. Lo mire por unos instantes y me fui directo hacia la puerta. El significado de ese dibujo se lo iba a preguntar más tarde.

Jezabel


Dolor. Eso era lo que sentía. Tenia el estomago contraído y adolorido. Liana me explico lo que había pasado con los Montgromery, mientras caminábamos por los pasillos. Yo lo recordaba. Pero oírlo de su propia boca lo hizo más real. Más auténtico.

Caminamos por los largos pasillos de la secundaria hacia la clase de matemáticas de la Sra.Forest. Íbamos con el tiempo justo para llegar antes de que sonara la campana, si no se nos presentaba ningún inconveniente. Giramos la esquina y vi al demonio de mis pesadillas. Damian Montgromery estaba al otro lado del pasillo junto a su hermano, Ash Montgromery. Los dos esperaban a alguien al lado de la puerta de clase. Despreocupados, estaban apoyados en la pared hablando y saludando a algunas alumnas humanas que pasaban por allí. Mire a Damian. Llevaba el uniforme de una manera solemne. Le quedaba como un guante. Camisa ceñida blanca, con los dos primeros botones desabrochados, dejando a la vista una piel pálida sin vello, pantalones negros un poco caídos en la cintura y chaqueta –de cuero–, en la que habían bordado el escudo de armas de la academia.

Si no se hubiera tratado de un vampiro, se me habría caído la baba. Parecía un tozo de chocolate. Dulce chocolate... mmm… y el chocolate era una de las cosas que más amaba en el mundo.

Ellos también nos vieron, y en el rostro de ambos hermanos se dibujo una sonrisa sarcástica y un leve brillo salvaje brillo en lo profundo de sus pupilas.

Tragué saliva en seco y miré a Liana, quien estaba mirando fijamente a Ash, como si quisiera matarlo. Había prometido que no se acercaría a ella, pero durante la promesa se había olvidado de mencionarme y yo estaba a merced de ambos hermanos. ¡Yupi!. Eso la tenía muy cabreada, casi como si se tratara de una loba encerrada en una jaula, a la vista de horripilantes seres.

Lia taladró con su mirada a ambos chupasangres y las chispas saltaron por los aires –metaforicamente hablando–. Existía un odio palpable entre ella y el chico de pelo azabache.

Damian me miró con lacsividad y un escalofrío me recorrió la espalda. Se acordaba tan bien como yo de lo que había ocurrido en la torre… y eso no era nada bueno, porque en cualquier momento podría volver a intentarlo y Lia no llegaría a tiempo para salvarme. Empalidecí mientras lo miraba y Liana se dio cuenta de que algo no iba bien, así que dejo de lado a Ash y centró toda su atención en Damian. Estudiándolo sin pestañear. Casi era capaz de ver el mecanismo de su cabeza dando vueltas, diseñando el mejor plan para matarlo sin que la directora se diera cuenta.

Tragué en seco otra vez y Lia me apretó el brazo, dándome fuerza para que no me desmayara allí mismo (bien capaz habría sido). El silencio se había apoderado de todo. Alumnos, tanto mortales como cazadores, contemplaban la escena épica que se estaba desarrollando delante de sus narices, con la boca abierta, sin poder creer que las estudiantes más “aplicadas” del centro estuvieran armando pleito tan entrada la madrugada. Entonces una voz grave pero adorable rompió el silencio.

  • ¡Lia! ¡Jez! ¡Os estabamos buscando!

Me giré en redondo, mientras una sonrisa afloraba en mis labios y corrí hacia Magnus, rozando con el pelo, la mano que Damian había extendido en mi dirección sin que me diera cuenta.

  • ¡Mag! –grité alegremente, mientras me lanzaba a sus brazos. Me hizo dar un par de vueltas como si fuera su princesa y me beso la coronilla.
  • Hola preciosa.

Magnus me bajó, pero no llegué a tocar el suelo, porque hizo que mis pies quedaran sobre los suyos y no pude evitar echarme a reír. Llevaba haciendo eso desde que había dado el estirón, pasando de mentr sesenta a metro noventa. Lo quería mucho.

Damian, detrás de nosotros soltó un siseo y apretó los puños con fuerza. Mis ojos quedaron anclados a los suyos y contuve un gemido.

  • Sueltala… -siseó Damian entre dientes, apretando aún más los puños.

Magnus lo miró amenazadoramente mientras me apretaba más contra su musculoso cuerpo. Con sarcasmo comentó:

  • ¿Me estas dando una orden, chupasangre?

Los ojos del vampiro destellaron con un rojo malvado. El aire se volvió más tenso y miré fijamente a Damian. ¿Eran celos lo que detectaba en su voz?



Liana

Miré fijamente a Ash, estudiando la mejor forma de matarlo sin que la directora se enterara, cuando de repente noté una mano fuerte y cálida rodearme la cintura. Gire la cabeza hacía atrás y vi que era Alex que me tenía rodeada entre sus musculosos brazos. Sonreí hacía él cuando me miro. Me devolvió la sonrisa pero rápidamente paso su atención al vampiro que teníamos al lado, el cual nos miraba con mala cara. Si antes la tensión era extrema, en ese momento se había vuelto cortante. Miré fijamente a Ash y tuve que contener un gemido. El condenado llevaba el uniforme de una forma sexy y provocativa, como incitando a que las chicas se le acercaran. Así podría lograr tener muchas presas y por que no, también suministradoras de sangre.

Fruncí el ceño y Alex me apretó contra él fuertemente, marcándome como propia, cosa que hizo que en el rostro de Ash se formaran unas arrugas de ira. Me giré un poco para vigilar a Jez y suspiré tranquila. Estaba en brazos de Magnus, y este estaba discutiendo con… ¿Damian? Que más daba, si Jez estaba segura, entonces yo podía preocuparme por otras cosas.

Volví mi atención hacía Ash y cuando abrí la boca para soltarle un par de insultos, una voz cantarina y aguda nos perforó los oídos. Ash hizo una mueca, pero siguió mirándome y yo le devolví la mirada. No iba a ser menos en su estúpido juego.

Una joven, de unos veinte o veintiún años, de pelo rojo escarlata, ojos verdes como el jade, pestañas tupidas, tes inmaculada de pómulos altos, nariz aguileña y labios carnosos se detuvo a mí lado, y con sus escrupulosos ojos, miró atentamente la escena que se estaba desarrollando en mitad del pasillo. La señorita Forest movió alegremente su larga falda negra y se arreglo el escote de la camisa blanca. La sonrisillas –como la llamábamos todos- acababa de entrar en escena.

  • Vaya –musitó, alargando un poco las vocales, como si acabara de beber un buen sorbo de bourbon- ¿Pasa algo?

Miré alternativamente lo que nos rodeaba e hice una mueca. Si que pasaba algo, miles de pares de ojos estaban clavados en nosotros, estudiando todos y cada uno de nuestros movimientos. Mag y Damian seguían en su mundo, gritándose blasfemias y gesticulando mucho. Jez los miraba fijamente, entre ambos, recibiendo la peor parte, pues ella era el centro de esa disputa; algo que odiaba.

Suspiré frustrada y empecé a negar con la cabeza, pero Jez se me adelantó y su dulce, pero asustada voz llenó el pasillo.

  • Va todo bien señorita, solo estabamos… -calló momentaneamente y me miró como buscando las palabras adecuadas- charlando con nuestros compañeros. Teníamos que planear la visita guiada de los nuevos.
  • ¡Ah! Entiendo, señorita Night. Por favor –se olvidó de nosotros y centró su atención en los otros alumnos –por favor alumnos, id entrando en clase, hace dos minutos que tendría que haber pasado lista.

Entró y todos la siguieron, como patitos siguiendo a su madre. Los últimos en entrar fuimos nosotros, que nos miramos una última vez, como intentando descifrar los puntos débiles de los otros. Tomé a Jez de la mano y lanzándole una mirada desafiadora a los chicos, entré, seguida de cerca por Mag y Alex.

Guie a Jez hasta nuestro sitio, sintiéndome observada. Suspiré frustrada. Malditos curiosos. Jez y yo nos sentamos y Alex y Mag delante de nosotras, sin apartar la mirada del frente, vigilando a los dos vampiros, que seguían al lado de la Sra. Forest delante de la pizarra, escudriñándonos con sus penetrantes ojos. Di un respingo al notar la cabeza de Jez sobre mi hombro, pero al calmarme, hice lo mismo, pero depositando la mía sobre su coronilla, susurrándole palabras tranquilizadoras.

  • Bien –empezó la sonrisillas –hoy tenemos a dos alumnos nuevos. Ash y Damian Montgromery, ambos procedentes de… ¿Rumania? Oh, bonito lugar, estuve allí hace unos años, impartiendo clase ¿No conocereis a la señorita Amatist, verdad? –ambos jóvenes negaron con la cabeza y el rostro de la sonrisillas perdió por primera vez, un poco de alegría, pero la recuperó casi de inmediato -. Bueno, no importa. Al ser nuevos, no debéis conocer a nadie, por eso, haremos un cambio de sitios.

Cogió una tiza y empezó a apuntar la nueva distribución. Jez contuvo un chillido y yo no me atreví a mirar lo que sabía que acababa de ocurrir. Iba a matar a Josefin Forest por esto. Cada una de las dos, iba a sentarse con uno de los Montgromery.



Damian


Y allí estaba yo, sentado con mí gata salvaje, mirándola fijamente. Que bella era… que inocente pero a la vez explosiva. La miré de reojo, mientras ella miraba atentamente a su amiga, quien no dejaba de mirarme como si me fuera a despellejar vivo. Que tentador. Sus salvadores estaban sentados en la otra punta de la clase, mandándose miradas incomodas, como si notaran los sentimientos de sus chicas. Que idiotas eran, y más, cuando se las quitásemos.

Sonreí dulcemente y miré a Jezabel, quien, notando que la miraba, empezó a temblar. Un dulce y embriagador aroma llegó a mis fosas nasales. El aroma del miedo y algo más… algo más oscuro y tentador.

La señorita Forest nos pidió que sacásemos los libros, y como aún no los tenía, toque levemente a Jezabel, haciendo que todos los que miraban en nuestra dirección contuvieran el aliento. Todos los músculos del delgado cuerpo de la joven se contrajeron, y pude jurar, oír como su compañera soltaba un gruñido ronco y profundo. Según me había contado Ash, ella tenía el alma de una loba mientras que mi gatita, la de una pantera. Ambas almas, arrancadas de cuerpos moribundos e implantadas en cuerpos aptos para cazar.

  • ¿Me dejarías ver los libros, gatita? –susurré, con la voz teñida de burla –Soy nuevo, así que… -le rocé el brazo con las yemas de los dedos y contuve un ronroneo. Que suave y delicada era –como bien podrás imaginar, aún no tengo los libros.

Tragó en seco y arrastró los libros sobre la mesa, hasta situarlo entre ambos. Me miró fijamente y en sus ojos, negros como la turmalina, pude ver un destello de ira. Solo un destello efímero, que se desvaneció y se volvió un miedo atroz.

  • Cl… claro… -susurró, conteniendo unas pálidas lágrimas.

Me iba a divertir mucho con este nuevo juguete. Tras dejar bien claro que no quería ni mirarme –volviendo la vista hacia el frente – una mano dorada y fina se extendió hacia su dirección. Liana le tomó la mano a Jezabel, a escondidas de la profesora y la miró a los ojos, como enfundándole coraje. Patético.

<<Hermano, tendrías que controlar un poco a esa loba –murmuré cabreado en la cabeza de Ash –me está quitando el placer de asustar a esta gatita sin zarpas>>.

<<Controla tú a la tuya, so asno, es ella la que me esta quitando la atención de mi lobita>>

<<Sí, como no, échale la culpa a mi gata –bufé enfadado, crispando las manos en dos puños, capaces de romper cualquier cosa>>

<<Contrólate. Al menos Jezabel –pensó su nombre con íronia- ella te ha hablado, mientras que Liana pasa olímpicamente de mí. Ya me ha aplastado suficiente el ego como para que tú empieces un debate mental>>

Iba a contestarle, cuando de repente, una voz chillona que había empezado a odiar con todas mis fuerzas, me desvinculo de la mente de mi hermano.

  • Damian Montgromery, creo recordar que la pizarra está delante de usted, no al lado. Por favor, levántese y venga a resolver este ejercicio.

Me levanté con un ágil movimiento, que hizo suspirar a más de una y uno, y fui al pizarrón, donde me esperaba mí peor pesadilla: álgebra.



Alex


La clase estaba a punto de acabar, pero estaba inquieto, como presenciando que algo malo iba a contecer. Miré nuevamente a Magnus, quien se sentaba unas fileras por delante de mí y solté un leve gemido de frustración. Fue una cosa tan mínima, que ni Amanda, mi nueva y tonta compañera, se percato de ello. Amanda, quien no dejaba de mirar con sus penetrantes ojos dorados a Jane, su pareja, no se movió ni un ápice, y eso me hizo sonreír. Si, yo me sentía igual o peor.

El timbre sonó tan estridente como siempre, y vi como mis chicas se levantaban. Jez escopeteada, pero igualmente, de forma elegante y grácil; como si se encontrara sentada cerca del mismísimo diablo –cosa que no dudaba- y Lia lentamente, como siempre, haciendo perfectamente su papel de chica dura. Se acercó a Jez y le tomó de la mano nuevamente, pero entonces ocurrió algo: Damian, agarró la otra mano de Jez, cosa que hizo que su rostro empalideciera. Las vi tragar a las dos, a la vez, y la cólera que había estado conteniendo Lia explotó. Explotó sin más, como un volcán.

  • No te lo volveré a repetir, ¡NO TOQUES A MI HERMANA!
  • No sabia que fuera de tu propiedad –dijo como si nada, sin inmutarse por el brillo asesino que hacía que los ojos de Liana adoptaran un tono más oscuro.

<<Mal hecho chupasangre –pensé un poco más incómodo de lo normal>>.

Todos se quedaron mirando fijamente la épica escena que se desarrollaba delante de sus narices y yo, sumido en un silencio sepulcral, fui directamente a la guerra. Magnus se me unió, mirándolo todo tan perturbado como yo.



Magnus


Nos acercamos a las chicas y con fuerza, hice que el chupasangre soltara el brazo de Jez, quien me miró agradecida. La puse detrás de mi.

  • No vuelvas a tocarla. A ninguna de las dos, y tu tampoco chulito – dije mirando al otro - son nuestras.
  • No, no, puede que sean vuestras, pero las perderéis, pronto os las quitaré.
  • Mira, imbécil, no son de nadie, pero si lo fueran, no serían vuestras, así que no vuelvas a tocarlas, ninguno de los dos.

La tensión volvió a aparecer en escena, siendo más cortante y afilada que al principio.

  • Magnus… cálmate… -Alex me miró con sus imponentes ojos verdes, como implorándome piedad.
  • No Alex, tú, al igual que yo, y todos los que están en esta maldita sala, has visto y saben, lo que le ha hecho este gilipollas a Jez ¡Por Dios! Ni su ex era tan imbécil.

La sola mención de Lucian hizo que todos enmudeciéramos unos segundos, al menos los cazadores, pero retomé el hilo de la conversación con más fuerza. Usando palabras más duras, frías y cortantes.

  • Deberíais estar bajo tierra y no sobre ella. El mundo no necesita más canallas de vuestra estirpe, solo sois una plaga. ¡Una puta plaga que yo mismo exterminaré de la faz de la Tierra!
  • Magnus, cálmate –volvió a insistir Alex.
  • ¡No voy a calmarme Alex!

Y entonces me beso. Me beso de verdad, me agarró de la solapa de la camisa y pego sus labios a los míos, metiendo su lengua en mi boca y haciendo que todo lo que nos rodeaba se sumiera en un silencio sepulcral. Abrí los ojos de par en para pero nada más que ese beso importaba ya. Lo agarré por las caderas, y olvidando que estaba rodeado tanto por cazadores como por humanos, le devolví el beso, quedándome con ganas de más cuando se apartó, rojo y jadeante.

Todo estaba sumido en un silenció extremo, cosa que hizo que el rostro de Alex se sonrojara más, me tomara de la mano y saliera de clase corriendo, evitando mirara a la gente que nos miraba con admiración y vergüenza.



Cazadoras


Ambas nos miramos fijamente sin poder creer lo que acababa de ocurrir.

Liana y Jezabel estaban con la boca literalmente abierta.

  • ¿Eso ha sido…? –empezó Liana.
  • ¿… lo que creo que ha sido? –acabó Jezabel, con el mismo tono de incredulidad.

Ambas se miraron a los ojos y sonriendo como dos bobas y sin hacer caso a los dos chicos vampiros que las miraban perplejos, gritaron al unísono:

  • ¡YA ERA HORA!

Toda la clase se llenó de carcajadas, vítores, silbidos y demás, y la tensión que había estado reinando hasta hacía apenas unos segundos, quedo olvidada. Al menos, por el momento.

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