6
EMPIEZA
LA REVOLUCIÓN
Liana
Siete
y media. Faltan veinte minutos para que empezen las clases.
Nuevamente, me volví en redondo para mirar a Jez. Seguía durmiendo
a pierna suelta, con la cabeza hundida en la almohada, la colcha
subida hasta arriba, dejando entrever solo su coronilla. Solté una
retaría de insultos con los dientes apretados, era normal que
estuviera tan cansada, ya que Dark
funcionaba
mediante energía vital.
- Jez, despierta.
Nada.
Ni un solo movimiento. Ni un quejido como otras mañanas.
Simplemente nada. Silencio, y el silencio a mí no me gustaba nada.
- Jez levanta. - probé con mas ganas.
Otra
vez nada.
- Ya esta bien. - solté enfadada. Cogí aire hasta llenar mis pulmones. - ¡Despierta maldita gata del diablo!
Jezabel
abrió los ojos de golpe y salto de la cama. Sí, saltó.
Literalmente. Del susto brincó tan fuerte que se cayó de la cama y
aterrizó con el culo en el suelo. Miro alrededor alterada. Con los
ojos muy abiertos, pasó la mirada por mí un par de veces hasta que
simplemente se paro. Sus ojos estaban trémulos y nublados por el
sueño. Parpadeo unas cuantas veces hasta acostumbrarse a la luz de
la mañana y enfocar la vista. Me miro. Primero con indiferencia,
luego con sorpresa y al final con rabia.
- ¡¿Pero se puede saber que coño te pasa?! - flexionó las piernas y con una mano apoyada en el suelo se impulso para levantarse. Se enderezó y se quitó el polvo del pijama - Maldita loba loca. - refunfuño con los dientes apretados.
Resople
frustrada y volví a calvar la vista en el reloj. Ocho menos cuarto.
Faltaba quince minutos para la primera clase con la profesora de
matemáticas la Sra. Forest. Escupí unas cuantas palabrotas en voz
baja y agarre el reloj.
- ¿Que me pasa? Yo te diré que me pasa. Tu, eres lo que me pasa.
Le
estampe el reloj en las narices para que lo viera bien. Lo miro
frunciendo el entrecejo mientras se frotaba la barbilla pensativa.
- Así no veo.
Me
lo quito de las manos y después de mandarme una mirada de
advertencia, lo miro.
Frunció
el entrecejo como sospesando lo que estaba viendo. Puede que fuera
una lumbrera, pero a esas horas de la mañana tenia la cabeza con un
cartel de “fuera
de servició”.
Al cabo de unos segundos sus ojos se salieron de órbita y soltó un
grito ahogado. Tiro el reloj encima de la cama y salio corriendo a
por el uniforme.
- ¡Aleluya! - levante las manos al aire.
- Maldita sea Liana. ¿¡Por que demonios no me has despertado antes!? –bramó cabreándose más a cada segundo que pasaba.
¿Estaba
de broma? No podía hablar en serio.
- ¿Me tomas el pelo?
- ¿Te piensas que a estas horas estoy para bromas? ¿Por que no me has despertado?
Noté
un tic nervioso en el ojo derecho y contuve un gruñido de rabia.
- Pero si lo he estado haciendo. Lo que no me has hecho ni puñetero caso. ¡Hasta me has arañado! - me levante la manga de la camisa para enseñarle las marcas que me había hecho.
Resoplo
y bufó cabreada sin siquiera mirarme, hizo un gesto desdeñoso con
la mano y sin otra palabra mas que una lista de insultos y
maldiciones que habrían hecho llorar a una piedra, porque no eran
palabras típicas en su boca; se metió en el baño.
Ash
Oscile
mi mirada entre el reloj y Damian. Las siete y media. Él seguía con
la cabeza escondida debajo de la almohada y estaba cubierto hasta
arriba con el edredón sin dejar ni ver un solo pelo.
Bufé
frustrado. Después de volver de estudiar los alrededores de esta
maldita cárcel, repleta de un centenar de personas potencialmente
preparadas para clavarme una daga en el pecho y arrancarme el
corazón, había vuelto a la habitación para encontrarme a un Damian
realmente deprimido y enfadado. Las luces habían estado apagadas y
por las ventanas entraba una suave brisa invernal. Las ramas de los
arboles se mecían y rozaban las paredes como queriendo entrar,
mientras las hojas se sacudían y resonaban en la noche bajo la
mirada iridiscente de la luna que se asomaba de entre las nubes.
Me
había acercado y le había preguntado que le pasaba. El resultado:
un ronco gruñido de advertencia para que lo dejara en paz. Pero los
dos sabíamos que acabaría enterándome. Siempre lo hacía.
Volví
a bufar impaciente.
- Damian, levanta, llegaremos tarde.
Soltó
un bufido mezclado con un gruñido. Se revolvió un poco debajo de
las sabanas y volvió a quedarse quieto.
Volví
a mirar el reloj con el ceño fruncido. Ocho menos veinte. Vale, se
acabo. Ya estaba harto.
Me
acerque al borde de la cama a grandes zancadas, lo mire por otros
tres segundos, agarre el colchón por el borde y lo volqué. Damian
gritó sorprendido y cayo al suelo con el colchón encima suyo.
Pasaron pocos segundos antes de que lo mandara volando de una fuerte
patada al otro lado de la habitación. Se sentó y me miro con ira.
Sus normalmente ojos marrones se empezaron a teñir de rojos. Me
mostró los dientes en advertencia y un gruñido bajo y amenazante
resonó en su pecho. Joder, aún estaba cabreado.
- ¿Dejaras de montar un drama y moverás tu patético culo del suelo de una maldita vez? - le dije con los dientes apretados.
- ¿Quien coño me ha mandado al suelo en primer lugar pedazo de asno?
- Vaya, - me burlé – vas mejorando. Al principio pareces un santo, pero me encanta tu vocabulario.
- Cierra la puta boca Ash.
- Y tu muévete o te obligare.
- ¿Quieres pelea? - gruño.
Exploté.
Simplemente exploté. Estaba cansado de este maldito melodrama y
nunca me había sentido atraído por las muestras de autocompasión.
Rugí
y me lance contra él. Parpadeó sorprendido mientras caía sobre de
él y lo clave al suelo con un golpe sordo. Me senté a horcajadas
sobre su torso y lo agarré por los brazos, aprisionándolo. Le
mostré los dientes cabreado y gruñí.
Nos
miramos por unos instantes, midiéndonos. Ambos eramos fuertes, pero
la astucia era algo que iba más con Damian y la velocidad conmigo.
Al final una sonrisa tironeó de la comisura de su boca.
- ¿Has acabado?
Resople
cansado, le mostré por última vez los colmillos y me levante. Le
tendí la mano y cuando la agarro lo ayude a levantarse. Ya tenia una
pequeña sonrisa en los labios.
- Me alegra que verme cabreado te resulte tan divertido.
- Tienes ese efecto en mí. - se mofó.
- Maldita sea. - me pase las manos por el cabello dos veces y lo volví a mirar - ¿Quieres hacer el favor de alistarte?
- Vale, vale. - agarro sus pantalones de la silla que había en su escritorio. -¿Que hora es?
- ¿Estas de broma?
- ¿Que pasa? - me miro frunciendo el ceño.
Maldije
entre dientes y agarre el despertador. Se lo lance y él lo agarró
al vuelo. Lo miro. Sus ojos salieron disparados, alternando entre yo
y el reloj, como si estuviera presenciando un partido de tenis
realizado por vampiros.
- ¿¡Las siete menos cuarto?! - aulló.
- Ya te he dicho que te levantaras.
- Me cagó en la leche. Llegaremos tarde. - maldijo mientras se metía en el baño.
Miré
la puerta y resople. Me senté en la cama para esperarlo. Aburrido
empece a mirar la habitación. Todo estaba sumido en un orden
demasiado subreal. Paredes azules medianoche, suelos de madera
pulida, dos ventanales con vistas al bosque, cubiertas por pesadas
cortinas a rallas doradas y grises, dos camas de soltero en un lado
con mesillas de noche. Como único modo de separación, una enorme
cortina roja colgaba del techo. Cerca de la puerta, una mesa de roble
se alzaba con dos sillas giratorias. Sobre ella había nuestros
portátiles, unos cuantos libros y bolígrafos abiertos.
Gruñendo
me acerque a la mesa y miré fijamente lo que había estado haciendo
Damian hasta las tantas. Mucho antes de que yo llegara, claro. Se
trataba de un boceto de una de las torres de la academia. En el
dibujo, se veía una sombra de largo pelo castaño y solté un
gruñido al entender que se trataba de una de las cazadoras. La más
débil de las dos.
La
puerta del baño se abrió y antes de que Damian saliera, volví a
dejar el boceto sobre la mesa. Lo mire por unos instantes y me fui
directo hacia la puerta. El significado de ese dibujo se lo iba a
preguntar más tarde.
Jezabel
Dolor.
Eso era lo que sentía. Tenia el estomago contraído y adolorido.
Liana me explico lo que había pasado con los Montgromery, mientras
caminábamos por los pasillos. Yo lo recordaba. Pero oírlo de su
propia boca lo hizo más real. Más auténtico.
Caminamos
por los largos pasillos de la secundaria hacia la clase de
matemáticas de la Sra.Forest. Íbamos con el tiempo justo para
llegar antes de que sonara la campana, si no se nos presentaba ningún
inconveniente. Giramos la esquina y vi al demonio de mis pesadillas.
Damian Montgromery estaba al otro lado del pasillo junto a su
hermano, Ash Montgromery. Los dos esperaban a alguien al lado de la
puerta de clase. Despreocupados, estaban apoyados en la pared
hablando y saludando a algunas alumnas humanas que pasaban por allí.
Mire a Damian. Llevaba el uniforme de una manera solemne. Le quedaba
como un guante. Camisa ceñida blanca, con los dos primeros botones
desabrochados, dejando a la vista una piel pálida sin vello,
pantalones negros un poco caídos en la cintura y chaqueta –de
cuero–, en la que habían bordado el escudo de armas de la
academia.
Si
no se hubiera tratado de un vampiro, se me habría caído la baba.
Parecía un tozo de chocolate. Dulce chocolate... mmm… y el
chocolate era una de las cosas que más amaba en el mundo.
Ellos
también nos vieron, y en el rostro de ambos hermanos se dibujo una
sonrisa sarcástica y un leve brillo salvaje brillo en lo profundo de
sus pupilas.
Tragué
saliva en seco y miré a Liana, quien estaba mirando fijamente a Ash,
como si quisiera matarlo. Había prometido que no se acercaría a
ella, pero durante la promesa se había olvidado de mencionarme y yo
estaba a merced de ambos hermanos. ¡Yupi!. Eso la tenía muy
cabreada, casi como si se tratara de una loba encerrada en una jaula,
a la vista de horripilantes seres.
Lia
taladró con su mirada a ambos chupasangres y las chispas saltaron
por los aires –metaforicamente hablando–. Existía un odio
palpable entre ella y el chico de pelo azabache.
Damian
me miró con lacsividad y un escalofrío me recorrió la espalda. Se
acordaba tan bien como yo de lo que había ocurrido en la torre… y
eso no era nada bueno, porque en cualquier momento podría volver a
intentarlo y Lia no llegaría a tiempo para salvarme. Empalidecí
mientras lo miraba y Liana se dio cuenta de que algo no iba bien, así
que dejo de lado a Ash y centró toda su atención en Damian.
Estudiándolo sin pestañear. Casi era capaz de ver el mecanismo de
su cabeza dando vueltas, diseñando el mejor plan para matarlo sin
que la directora se diera cuenta.
Tragué
en seco otra vez y Lia me apretó el brazo, dándome fuerza para que
no me desmayara allí mismo (bien capaz habría sido). El silencio se
había apoderado de todo. Alumnos, tanto mortales como cazadores,
contemplaban la escena épica que se estaba desarrollando delante de
sus narices, con la boca abierta, sin poder creer que las estudiantes
más “aplicadas” del centro estuvieran armando pleito tan entrada
la madrugada. Entonces una voz grave pero adorable rompió el
silencio.
- ¡Lia! ¡Jez! ¡Os estabamos buscando!
Me
giré en redondo, mientras una sonrisa afloraba en mis labios y corrí
hacia Magnus, rozando con el pelo, la mano que Damian había
extendido en mi dirección sin que me diera cuenta.
- ¡Mag! –grité alegremente, mientras me lanzaba a sus brazos. Me hizo dar un par de vueltas como si fuera su princesa y me beso la coronilla.
- Hola preciosa.
Magnus
me bajó, pero no llegué a tocar el suelo, porque hizo que mis pies
quedaran sobre los suyos y no pude evitar echarme a reír. Llevaba
haciendo eso desde que había dado el estirón, pasando de mentr
sesenta a metro noventa. Lo quería mucho.
Damian,
detrás de nosotros soltó un siseo y apretó los puños con fuerza.
Mis ojos quedaron anclados a los suyos y contuve un gemido.
- Sueltala… -siseó Damian entre dientes, apretando aún más los puños.
Magnus
lo miró amenazadoramente mientras me apretaba más contra su
musculoso cuerpo. Con sarcasmo comentó:
- ¿Me estas dando una orden, chupasangre?
Los
ojos del vampiro destellaron con un rojo malvado. El aire se volvió
más tenso y miré fijamente a Damian. ¿Eran celos lo que detectaba
en su voz?
Liana
Miré
fijamente a Ash, estudiando la mejor forma de matarlo sin que la
directora se enterara, cuando de repente noté una mano fuerte y
cálida rodearme la cintura. Gire la cabeza hacía atrás y vi que
era Alex que me tenía rodeada entre sus musculosos brazos. Sonreí
hacía él cuando me miro. Me devolvió la sonrisa pero rápidamente
paso su atención al vampiro que teníamos al lado, el cual nos
miraba con mala cara. Si antes la tensión era extrema, en ese
momento se había vuelto cortante.
Miré fijamente a Ash y tuve que contener un gemido. El
condenado llevaba el uniforme de una forma sexy y provocativa, como
incitando a que las chicas se le acercaran. Así podría lograr tener
muchas presas y por que no, también suministradoras de sangre.
Fruncí
el ceño y Alex me apretó contra él fuertemente, marcándome como
propia, cosa que hizo que en el rostro de Ash se formaran unas
arrugas de ira. Me giré un poco para vigilar a Jez y suspiré
tranquila. Estaba en brazos de Magnus, y este estaba discutiendo con…
¿Damian? Que más daba, si Jez estaba segura, entonces yo podía
preocuparme por otras cosas.
Volví
mi atención hacía Ash y cuando abrí la boca para soltarle un par
de insultos, una voz cantarina y aguda nos perforó los oídos. Ash
hizo una mueca, pero siguió mirándome y yo le devolví la mirada.
No iba a ser menos en su estúpido juego.
Una
joven, de unos veinte o veintiún años, de pelo rojo escarlata, ojos
verdes como el jade, pestañas tupidas, tes inmaculada de pómulos
altos, nariz aguileña y labios carnosos se detuvo a mí lado, y con
sus escrupulosos ojos, miró atentamente la escena que se estaba
desarrollando en mitad del pasillo. La señorita Forest movió
alegremente su larga falda negra y se arreglo el escote de la camisa
blanca. La sonrisillas –como la llamábamos todos- acababa de
entrar en escena.
- Vaya –musitó, alargando un poco las vocales, como si acabara de beber un buen sorbo de bourbon- ¿Pasa algo?
Miré
alternativamente lo que nos rodeaba e hice una mueca. Si que pasaba
algo, miles de pares de ojos estaban clavados en nosotros, estudiando
todos y cada uno de nuestros movimientos. Mag y Damian seguían en su
mundo, gritándose blasfemias y gesticulando mucho. Jez los miraba
fijamente, entre ambos, recibiendo la peor parte, pues ella era el
centro de esa disputa; algo que odiaba.
Suspiré
frustrada y empecé a negar con la cabeza, pero Jez se me adelantó y
su dulce, pero asustada voz llenó el pasillo.
- Va todo bien señorita, solo estabamos… -calló momentaneamente y me miró como buscando las palabras adecuadas- charlando con nuestros compañeros. Teníamos que planear la visita guiada de los nuevos.
- ¡Ah! Entiendo, señorita Night. Por favor –se olvidó de nosotros y centró su atención en los otros alumnos –por favor alumnos, id entrando en clase, hace dos minutos que tendría que haber pasado lista.
Entró
y todos la siguieron, como patitos siguiendo a su madre. Los últimos
en entrar fuimos nosotros, que nos miramos una última vez, como
intentando descifrar los puntos débiles de los otros. Tomé a Jez de
la mano y lanzándole una mirada desafiadora a los chicos, entré,
seguida de cerca por Mag y Alex.
Guie
a Jez hasta nuestro sitio, sintiéndome observada. Suspiré
frustrada. Malditos curiosos. Jez y yo nos sentamos y Alex y Mag
delante de nosotras, sin apartar la mirada del frente, vigilando a
los dos vampiros, que seguían al lado de la Sra. Forest delante de
la pizarra, escudriñándonos con sus penetrantes ojos. Di un
respingo al notar la cabeza de Jez sobre mi hombro, pero al calmarme,
hice lo mismo, pero depositando la mía sobre su coronilla,
susurrándole palabras tranquilizadoras.
- Bien –empezó la sonrisillas –hoy tenemos a dos alumnos nuevos. Ash y Damian Montgromery, ambos procedentes de… ¿Rumania? Oh, bonito lugar, estuve allí hace unos años, impartiendo clase ¿No conocereis a la señorita Amatist, verdad? –ambos jóvenes negaron con la cabeza y el rostro de la sonrisillas perdió por primera vez, un poco de alegría, pero la recuperó casi de inmediato -. Bueno, no importa. Al ser nuevos, no debéis conocer a nadie, por eso, haremos un cambio de sitios.
Cogió
una tiza y empezó a apuntar la nueva distribución. Jez contuvo un
chillido y yo no me atreví a mirar lo que sabía que acababa de
ocurrir. Iba a matar a Josefin Forest por esto. Cada una de las dos,
iba a sentarse con uno de los Montgromery.
Damian
Y
allí estaba yo, sentado con mí gata salvaje, mirándola fijamente.
Que bella era… que inocente pero a la vez explosiva. La miré de
reojo, mientras ella miraba atentamente a su amiga, quien no dejaba
de mirarme como si me fuera a despellejar vivo. Que tentador. Sus
salvadores estaban sentados en la otra punta de la clase, mandándose
miradas incomodas, como si notaran los sentimientos de
sus
chicas. Que idiotas eran, y más, cuando se las quitásemos.
Sonreí
dulcemente y miré a Jezabel, quien, notando que la miraba, empezó a
temblar. Un dulce y embriagador aroma llegó a mis fosas nasales. El
aroma del miedo y algo más… algo más oscuro y tentador.
La
señorita Forest nos pidió que sacásemos los libros, y como aún no
los tenía, toque levemente a Jezabel, haciendo que todos los que
miraban en nuestra dirección contuvieran el aliento. Todos los
músculos del delgado cuerpo de la joven se contrajeron, y pude
jurar, oír como su compañera soltaba un gruñido ronco y profundo.
Según me había contado Ash, ella tenía el alma de una loba
mientras que mi gatita, la de una pantera. Ambas almas, arrancadas de
cuerpos moribundos e implantadas en cuerpos aptos para cazar.
- ¿Me dejarías ver los libros, gatita? –susurré, con la voz teñida de burla –Soy nuevo, así que… -le rocé el brazo con las yemas de los dedos y contuve un ronroneo. Que suave y delicada era –como bien podrás imaginar, aún no tengo los libros.
Tragó
en seco y arrastró los libros sobre la mesa, hasta situarlo entre
ambos. Me miró fijamente y en sus ojos, negros como la turmalina,
pude ver un destello de ira. Solo un destello efímero, que se
desvaneció y se volvió un miedo atroz.
- Cl… claro… -susurró, conteniendo unas pálidas lágrimas.
Me
iba a divertir mucho con este nuevo juguete. Tras dejar bien claro
que no quería ni mirarme –volviendo la vista hacia el frente –
una mano dorada y fina se extendió hacia su dirección. Liana le
tomó la mano a Jezabel, a escondidas de la profesora y la miró a
los ojos, como enfundándole coraje. Patético.
<<Hermano,
tendrías que controlar un poco a esa loba –murmuré cabreado en la
cabeza de Ash –me está quitando el placer de asustar a esta gatita
sin zarpas>>.
<<Controla
tú a la tuya, so asno, es ella la que me esta quitando la atención
de mi lobita>>
<<Sí,
como no, échale la culpa a mi gata –bufé enfadado, crispando las
manos en dos puños, capaces de romper cualquier cosa>>
<<Contrólate.
Al menos Jezabel –pensó su nombre con íronia- ella te ha hablado,
mientras que Liana pasa olímpicamente de mí. Ya me ha aplastado
suficiente el ego como para que tú empieces un debate mental>>
Iba
a contestarle, cuando de repente, una voz chillona que había
empezado a odiar con todas mis fuerzas, me desvinculo de la mente de
mi hermano.
- Damian Montgromery, creo recordar que la pizarra está delante de usted, no al lado. Por favor, levántese y venga a resolver este ejercicio.
Me
levanté con un ágil movimiento, que hizo suspirar a más de una y
uno, y fui al pizarrón, donde me esperaba mí peor pesadilla:
álgebra.
Alex
La
clase estaba a punto de acabar, pero estaba inquieto, como
presenciando que algo malo iba a contecer. Miré nuevamente a Magnus,
quien se sentaba unas fileras por delante de mí y solté un leve
gemido de frustración. Fue una cosa tan mínima, que ni Amanda, mi
nueva y tonta compañera, se percato de ello. Amanda, quien no dejaba
de mirar con sus penetrantes ojos dorados a Jane, su pareja, no se
movió ni un ápice, y eso me hizo sonreír. Si, yo me sentía igual
o peor.
El
timbre sonó tan estridente como siempre, y vi como mis chicas se
levantaban. Jez escopeteada, pero igualmente, de forma elegante y
grácil; como si se encontrara sentada cerca del mismísimo diablo
–cosa que no dudaba- y Lia lentamente, como siempre, haciendo
perfectamente su papel de chica dura. Se acercó a Jez y le tomó de
la mano nuevamente, pero entonces ocurrió algo: Damian, agarró la
otra mano de Jez, cosa que hizo que su rostro empalideciera. Las vi
tragar a las dos, a la vez, y la cólera que había estado
conteniendo Lia explotó. Explotó sin más, como un volcán.
- No te lo volveré a repetir, ¡NO TOQUES A MI HERMANA!
- No sabia que fuera de tu propiedad –dijo como si nada, sin inmutarse por el brillo asesino que hacía que los ojos de Liana adoptaran un tono más oscuro.
<<Mal
hecho chupasangre –pensé un poco más incómodo de lo normal>>.
Todos
se quedaron mirando fijamente la épica escena que se desarrollaba
delante de sus narices y yo, sumido en un silencio sepulcral, fui
directamente a la guerra. Magnus se me unió, mirándolo todo tan
perturbado como yo.
Magnus
Nos
acercamos a las chicas y con fuerza, hice que el chupasangre soltara
el brazo de Jez, quien me miró agradecida. La puse detrás de mi.
- No vuelvas a tocarla. A ninguna de las dos, y tu tampoco chulito – dije mirando al otro - son nuestras.
- No, no, puede que sean vuestras, pero las perderéis, pronto os las quitaré.
- Mira, imbécil, no son de nadie, pero si lo fueran, no serían vuestras, así que no vuelvas a tocarlas, ninguno de los dos.
La
tensión volvió a aparecer en escena, siendo más cortante y afilada
que al principio.
- Magnus… cálmate… -Alex me miró con sus imponentes ojos verdes, como implorándome piedad.
- No Alex, tú, al igual que yo, y todos los que están en esta maldita sala, has visto y saben, lo que le ha hecho este gilipollas a Jez ¡Por Dios! Ni su ex era tan imbécil.
La
sola mención de Lucian hizo que todos enmudeciéramos unos segundos,
al menos los cazadores, pero retomé el hilo de la conversación con
más fuerza. Usando palabras más duras, frías y cortantes.
- Deberíais estar bajo tierra y no sobre ella. El mundo no necesita más canallas de vuestra estirpe, solo sois una plaga. ¡Una puta plaga que yo mismo exterminaré de la faz de la Tierra!
- Magnus, cálmate –volvió a insistir Alex.
- ¡No voy a calmarme Alex!
Y
entonces me beso. Me beso de verdad, me agarró de la solapa de la
camisa y pego sus labios a los míos, metiendo su lengua en mi boca y
haciendo que todo lo que nos rodeaba se sumiera en un silencio
sepulcral. Abrí los ojos de par en para pero nada más que ese
beso importaba ya. Lo agarré por las caderas, y olvidando que estaba
rodeado tanto por cazadores como por humanos, le devolví el beso,
quedándome con ganas de más cuando se apartó, rojo y jadeante.
Todo
estaba sumido en un silenció extremo, cosa que hizo que el rostro de
Alex se sonrojara más, me tomara de la mano y saliera de clase
corriendo, evitando mirara a la gente que nos miraba con admiración
y vergüenza.
Cazadoras
Ambas
nos miramos fijamente sin poder creer lo que acababa de ocurrir.
Liana
y Jezabel estaban con la boca literalmente abierta.
- ¿Eso ha sido…? –empezó Liana.
- ¿… lo que creo que ha sido? –acabó Jezabel, con el mismo tono de incredulidad.
Ambas
se miraron a los ojos y sonriendo como dos bobas y sin hacer caso a
los dos chicos vampiros que las miraban perplejos, gritaron al
unísono:
- ¡YA ERA HORA!
Toda
la clase se llenó de carcajadas, vítores, silbidos y demás, y la
tensión que había estado reinando hasta hacía apenas unos
segundos, quedo olvidada. Al menos, por el momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario